Cuando la historia no encaja en la narrativa: respuesta al Prof. José Bonilla

El reciente artículo del Prof. José Bonilla, titulado “El derecho a participar y la falacia del monopolio moral”, ofrece una respuesta que, si bien se presenta como defensa legítima del derecho a participar en causas conservadoras, contiene elementos que no solo distorsionan el contenido y la intención del análisis original, sino que además reflejan una peligrosa tendencia a manipular el relato histórico en favor de una narrativa conveniente.

Para comenzar, el profesor Bonilla hace referencia indirecta al artículo “¿Es todo tan bello como lo pintan?” publicado en La Palabra y la Política, así como a una crítica dirigida al excandidato a la gobernación Javier Jiménez. En su intervención, sin mencionarme directamente, intenta descalificar el análisis con términos como “deslegitimación sin fundamento” y acusaciones de querer monopolizar la moral conservadora. Dado que el mensaje que él menciona es claro y público, me tomo la libertad de responder de forma igualmente pública.

El mensaje de crítica hacia Javier Jiménez no se basa en odio, ni en rivalidad partidista, ni en una supuesta superioridad moral. Se basa en hechos: en su larga trayectoria política bajo el PNP sin una defensa visible de la libertad religiosa, y en su repentina adopción del discurso conservador justo al integrarse a Proyecto Dignidad. Eso, en política, no es participación amplia. Es oportunismo. (Enseño política en una prestigiosa universidad y esto es un análisis puramente académico y profesional)

Y no lo digo por insinuación. Lo digo directamente. Si el profesor Bonilla prefiere hablar en generalidades, yo prefiero nombrar las cosas por su nombre. Porque los que defendemos la verdad no debemos escondernos detrás de florituras académicas. Si alguien intenta ajustar el relato para proyectarse como “paladín de la verdad” o de las causas cristianas, merece que se le señale. No por odio, sino por responsabilidad cívica y espiritual.

Hablar de apertura y participación mientras el mismo Proyecto Dignidad proclama ser “el único partido verdaderamente conservador”, acusa a quienes disienten de “esquizofrenia” (como hizo su presidente, el Dr. César Vázquez), o iguala el no votar por su partido con “negar la fe”, no es inclusión. Es hipocresía política con ropaje religioso. (Profesor, si usted no recuerda o lo ignora, hay multitud de referencias)

Y eso, profesor, no lo vamos a callar.

A veces, uno se sienta a leer ciertos escritos con la esperanza de encontrar madurez, autocrítica y respeto por quienes llevan años luchando desde las trincheras. Pero lo que encuentra es más de lo mismo: una narrativa cuidadosamente construida para maquillar protagonismos, adornar silencios y suavizar contradicciones con frases bonitas. O peor, con lenguaje cargado de moralismo exclusivo.

Ahora resulta que quienes hemos levantado la voz para señalar inconsistencias y excesos en el discurso de Proyecto Dignidad somos culpables de “monopolizar” la causa conservadora. Que cuestionar el oportunismo político es negar el derecho a participar. Que pedir honestidad histórica es “odiar” o “chismear”.

No, profesor Bonilla. Ni odio, ni monopolio. Solo memoria.
Y la memoria, cuando incomoda, suele doler.

Durante la campaña, muchos de sus portavoces declararon que apoyar otro partido era como “vender la primogenitura”, una alusión bíblica para decir que votar fuera de PD era traicionar la fe. “No votar por PD es negar tus valores”, decían. “El que no apoya a PD, no es cristiano de verdad.” Algunos lo dijeron con palabras suaves. Otros con arrogancia disfrazada de convicción.

Y tras las elecciones, el entonces candidato a la gobernación, Javier Jiménez, dijo que “Puerto Rico fue quien perdió”. No él, no su partido… el país entero. Como si el pueblo no tuviera derecho a elegir otra opción sin ser visto como “perdido”. El mensaje no fue de autocrítica, ni humildad, ni aprendizaje. Fue una reprensión colectiva al votante.

Más reciente aún, el actual presidente del partido, el Dr. César Vázquez, declaró en una entrevista que los cristianos y líderes evangélicos que no apoyan a PD “padecen de esquizofrenia”, según su opinión médica. Así, con esa liviandad, como si fuese apropiado patologizar el disentir, desde un púlpito disfrazado de consultorio.

Entonces, ¿quién está realmente queriendo apropiarse de la causa?

Porque si de narrativas exclusivas hablamos, hay que recordar que la historia conservadora en Puerto Rico no comenzó hace cinco años con la inscripción de Proyecto Dignidad. La lucha por la vida, la familia, la libertad religiosa y los valores tradicionales tiene décadas de recorrido. Muchos de esos caminos se han transitado sin respaldo institucional, sin presupuesto, sin portavocías oficiales, y muchas veces en medio del desprecio y el silencio de los mismos partidos y figuras que hoy buscan protagonismo.

¿Dónde estaban esos líderes “visibles” cuando se rechazaron proyectos como el 950 en defensa de la libertad religiosa? ¿Dónde estaban cuando se criminalizaba la educación cristiana en medios? ¿Dónde estaban cuando pastores perdían espacio en medios seculares por hablar de valores?

La respuesta no está en el aire. Está en las calles, en los salones, en los púlpitos pequeños, en los foros que nunca fueron televisados. Estaba en la voz de líderes como Tamoa Vivas, Claribel Maldonado, Milton Picón, Carlos Sánchez, y tantos otros, laicos y pastores, que defendieron la causa cuando hacerlo era impopular.

La Biblia dice:
“No te creas más sabio que los demás; teme al Señor y apártate del mal.” (Proverbios 3:7)

 

Y también:
“Por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:16)

La causa por la libertad religiosa, la vida, la familia, no pertenece a un solo partido ni a una sola figura. Es una lucha de décadas, impulsada por pastores, líderes comunitarios, abogados, padres de familia, y sí, también por personas que nunca han tenido cámara ni micrófono. Y esa historia no puede ser sustituida con frases elegantes o comunicados partidistas.

¿Celebrar avances como el PS1? Claro que sí.
¿Atribuirlo exclusivamente al esfuerzo de PD o de unas figuras públicas selectas, ignorando incluso a miembros del propio partido que han sido parte de la lucha por años? Eso no es participación. Eso es propaganda.

Cuando algunos señalamos esto, no lo hacemos por resentimiento ni protagonismo. Lo hacemos porque tenemos una responsabilidad moral y ciudadana de llamar la atención cuando se juega con los símbolos, la fe y la memoria del pueblo cristiano. Porque manipular el relato para favorecer agendas personales o institucionales no es solo deshonesto; es peligrosamente manipulador.

Y esto no es una crítica exclusiva a Proyecto Dignidad. Es una advertencia general para cualquier movimiento que, una vez en el escenario político, se sienta tentado a exigir lealtades absolutas, a cuestionar la fe de quienes no votan por ellos, o a tildar de “enemigos” a quienes simplemente exigen rendición de cuentas. En palabras de Abraham Lincoln:

“Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres poner a prueba el carácter de un hombre, dale poder.”

La verdadera unidad no se construye ignorando a los que vinieron antes, ni glorificando a los que apenas llegaron. La verdadera unidad se construye con respeto, memoria y humildad.

Y en política, como en la vida cristiana, no se trata solo de llegar… se trata de llegar con las manos limpias.

Porque el protagonismo sin integridad no edifica. Y el poder sin memoria es una forma más de idolatría política.

Frase final para los que insisten en ajustar la historia:

“Quien pretende cosechar aplausos sin reconocer a quienes sembraron, está más interesado en la fama que en la verdad.”

Y mientras hablamos de integridad, vale la pena recordar un hecho concreto que también pone a prueba esa coherencia tan defendida…

El Prof. José Bonilla, quien se presenta como abanderado de la verdad y la justicia, tuvo conocimiento directo de un acto gravísimo cometido contra una pastora que fue forzada a salir de su iglesia por el Dr. César Vázquez y compañía. Todo esto ocurrió de forma totalmente antiética, al punto que la pastora tuvo que recurrir a los tribunales para proteger su dignidad y su llamado ministerial.

¿Y qué hizo el Prof. Bonilla cuando ella, por integridad y transparencia, le mostró toda la documentación, mensajes y comunicaciones internas?(Por supuesto, a pedidos del Prof. José Bonilla) Se asombró. Se indignó. Dijo no poder creer lo que estaba viendo. Pero luego… no dijo nada. No lo denunció. No lo escribió. No lo mencionó durante su campaña. Y eso que, en ese momento, César Vázquez era candidato a senador por el distrito de Bayamón.

¿Y ahora que ha vuelto a la presidencia del partido? ¿Ahora que tantos exigen coherencia? El silencio del profesor es todavía más elocuente.

Y para dejar el récord claro, usted Sr. José Bonilla estuvo un par de veces sentado en nuestra sala y en una que otra ocasión, informalmente, hablamos de colaborar como asesor pero, fui bien claro, que mi verticalidad, la integridad, la verdad, y mis principios son sin colores y donde se dejen de representar o se intente representar el evangelio de forma “incoherente” no voy…

“No se puede hablar de compromiso con la verdad mientras se guarda silencio ante la injusticia. No se puede escribir sobre integridad si uno calla cuando es más conveniente callar que hablar.”

Porque lo que se calla, también escribe historia. Y a veces, la distorsiona más que el que miente.

¿Está claro o me visto de profesor? No me escondo tras insinuaciones, voy de frente…