La frase “no hay peor ciego que el que no quiere ver” es un refrán popular que alude a la idea de que las personas, aun teniendo la capacidad de reconocer una realidad evidente, eligen conscientemente ignorarla o negarla. Este dicho suele emplearse para describir actitudes de necedad o autoengaño, donde alguien se niega a aceptar verdades incómodas o información que podría alterar su percepción o decisiones. Y con mucha pena tengo que reconocer que son muchos los que se están haciendo eco de esta triste seudo realidad.
En el contexto político, esta expresión adquiere un matiz particularmente relevante, ya que muchos aspirantes a cargos públicos adoptan posturas similares al cerrar los ojos a los problemas reales que enfrenta la sociedad, ya sea por conveniencia política, intereses personales o la presión de sus partidos. A continuación, se explora cómo esta actitud de “ceguera voluntaria” afecta a los políticos y, en última instancia, al electorado.
Negación de Problemas Sociales Reales
Uno de los escenarios más claros en los que podemos aplicar este refrán a los aspirantes políticos es en la negación de problemas sociales urgentes, como la pobreza, la desigualdad o la crisis social
en general. Muchos candidatos prefieren ignorar estas realidades o minimizarlas, centrándose en cuestiones que les permitan captar más votos, aunque sean menos prioritarias. Este fenómeno ocurre a menudo en países donde los problemas estructurales requieren soluciones profundas y prolongadas, pero los políticos optan por prometer resultados inmediatos o simplemente hacen caso omiso a la urgencia de las reformas necesarias. Son muchos los que haciéndose eco de este juego “apoyan” este “juego”.
Por ejemplo, en muchas campañas electorales, los aspirantes prefieren hablar de temas populares, como la seguridad o los impuestos, pero dejan de lado asuntos fundamentales como la educación o el acceso a la salud. Esto no significa que estos temas no sean importantes, pero sí que priorizan aquello que les pueda asegurar un mayor respaldo electoral, en lugar de enfrentar los problemas que requieren una visión de largo plazo; o en ocasiones tocan los temas neurálgicos con soluciones que no han sido analizadas a profundidad. En este sentido, “no hay peor ciego que el que no quiere ver” porque el político decide ignorar conscientemente los verdaderos desafíos que su sociedad enfrenta.
Populismo y Ceguera Voluntaria
El populismo es otra área en la que el refrán encuentra plena aplicación. Muchos aspirantes políticos apelan al populismo para ganar simpatías, simplificando o distorsionando la realidad en lugar de abordarla con propuestas serias y bien fundamentadas. Un político populista puede decir que “todo está mal” y que tiene la solución rápida para todos los problemas, sin entrar en los detalles de cómo realmente piensa ejecutar esos cambios. Este tipo de ceguera no es solo una negación de la complejidad de los problemas, sino también un acto deliberado de manipulación del electorado.
Cuando los aspirantes políticos eligen no ver o hacer oídos sordos a las complejidades económicas, sociales y políticas, crean expectativas falsas en la ciudadanía. Este tipo de estrategia puede funcionar a corto plazo, pero a la larga, se traduce en desilusiones, pues los problemas no se resuelven con discursos vacíos. El político que opta por esta ceguera selectiva ignora la realidad y prefiere crear una ilusión que alimenta su popularidad temporal. Y aquellos que apoyan este tipo de politiquería son tan culpables como estos políticos ya que se transforman en parte del problema.
La Ceguera del Interés Personal
Otro aspecto en el que se manifiesta esta “ceguera voluntaria” es en el conflicto entre el interés personal del candidato y el bienestar común. A menudo, los políticos están tan centrados en sus ambiciones personales que son incapaces de ver las consecuencias a largo plazo de sus acciones o promesas. Prometen cambios que saben que no podrán cumplir o que incluso podrían ser perjudiciales, solo para mantenerse relevantes en la contienda política. Aquí, el refrán cobra un nuevo sentido: estos políticos no solo están ciegos ante los problemas sociales, sino también ante su propia responsabilidad como futuros líderes.
Cuando un aspirante ignora conscientemente las implicaciones de sus políticas para favorecer su carrera política, está haciendo exactamente lo que describe el dicho. No hay peor ciego que el que, teniendo la capacidad de prever las consecuencias, opta por no hacerlo en favor de su beneficio personal. Un ejemplo de esto es el uso de políticas populistas o clientelistas para asegurar votos a corto plazo, sin considerar las repercusiones de esas prácticas en la estabilidad a largo plazo de la nación.
Las Consecuencias para la Democracia
La ceguera voluntaria de los políticos tiene profundas repercusiones para la democracia. Un político que se niega a ver los problemas reales del país no solo traiciona a su electorado, sino que también socava la confianza en las instituciones. La política se convierte en un espectáculo, donde el objetivo no es resolver los problemas, sino ganar elecciones. Este tipo de actitudes debilita la democracia, ya que los ciudadanos pierden la fe en que sus líderes realmente puedan o quieran mejorar sus condiciones de vida.
Además, esta ceguera política puede llevar a la polarización. Cuando los candidatos ignoran los problemas que no son populares entre su base electoral, profundizan las divisiones en la sociedad, ya que los temas no abordados continúan creciendo y creando descontento entre aquellos que no se sienten representados.
Reflexión Final
El refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver” aplicado a los aspirantes políticos nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad de los futuros líderes en reconocer las verdaderas necesidades de sus pueblos. Un buen líder es aquel que, lejos de ignorar los problemas, los enfrenta con realismo y coraje, aunque ello signifique asumir riesgos políticos. Ignorar las dificultades o simplificarlas es, en última instancia, un acto de irresponsabilidad que perjudica no solo a la figura del político, sino a la sociedad en su conjunto.
En este sentido, es imperativo que los aspirantes políticos abran los ojos y vean la realidad en toda su complejidad, en lugar de optar por una ceguera voluntaria que les permita eludir sus responsabilidades. Solo así podrán guiar a sus países hacia un futuro más próspero y justo.
Esto también invita a los seguidores a abrir los ojos y no caer victimas de sus propios deseos de victoria para sus candidatos.

