“…la estupidez es más peligrosa que la maldad porque es más difícil de combatir” – Dietrich Bonhoeffer
La estupidez ha sido objeto de estudio de diversos pensadores debido a su impacto en la vida individual y social. Su naturaleza es compleja y, como señaló Robert Musil: “Si la estupidez no tuviera algún parecido que le permitiese pasar por talento, progreso, esperanza o perfeccionamiento, nadie querría ser tonto”.
A continuación, se presentan algunas reflexiones sobre la estupidez según tres autores: Carlo María Cipolla, José Antonio Marina y André Glucksmann.
Las leyes de la estupidez según Cipolla
El economista Carlo María Cipolla expuso cinco leyes fundamentales de la estupidez:
- Siempre subestimamos la cantidad de personas estúpidas en circulación.
- Ejemplo: En el ámbito político, muchos gobiernos han sido sorprendidos por la irracionalidad de sus ciudadanos o de otros líderes, subestimando decisiones perjudiciales. La creencia de que el Brexit no ocurriría debido a su aparente falta de lógica es una muestra de ello.
- La probabilidad de que alguien sea estúpido es independiente de sus demás características.
- Ejemplo: Figuras altamente educadas o en posiciones de poder han tomado decisiones catastróficas. Un caso notorio es el de los ejecutivos de Lehman Brothers en la crisis de 2008, quienes, a pesar de su formación, tomaron riesgos sin medir las consecuencias.
- Una persona estúpida causa daño a otros sin beneficiarse o, peor aún, perjudicándose a sí misma.
- Ejemplo: En el ámbito bélico, la invasión de Rusia a Afganistán en 1979 y la de EE.UU. en 2001 terminaron siendo costosas para ambos países sin obtener los beneficios esperados.
- Se subestima el potencial dañino de los estúpidos.
- Ejemplo: Movimientos de desinformación en redes sociales han demostrado que ignorar o minimizar el impacto de teorías conspirativas puede llevar a crisis sociales y políticas, como el asalto al Capitolio en 2021.
- Son las personas más peligrosas que existen.
- Ejemplo: En la Segunda Guerra Mundial, decisiones impulsadas por dogmatismo y falta de pragmatismo llevaron a la destrucción de naciones enteras. Hitler ignoró consejos estratégicos cruciales, debilitando sus propias fuerzas y acelerando su derrota.
Con base en estas leyes, Cipolla clasifica a los individuos en cuatro categorías:
- Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
- Incautos: benefician a los demás, pero se perjudican.
- Estúpidos: dañan a otros y a sí mismos.
- Malvados: perjudican a los demás para su propio beneficio.
Ejemplos históricos de la aplicación de estas leyes pueden encontrarse en la política y la economía. Líderes que han llevado a sus naciones al colapso sin beneficiarse directamente podrían considerarse casos paradigmáticos de estupidez. Asimismo, burbujas financieras como la crisis de 2008 pueden ilustrar cómo la subestimación de la estupidez llevó a desastrosos resultados económicos.
La estupidez como fracaso de la inteligencia
José Antonio Marina define la estupidez como un fracaso de la inteligencia. Destaca que una persona inteligente puede usar su capacidad de manera estúpida cuando:
- No comprende la realidad.
- Se equivoca sistemáticamente.
- Persigue metas absurdas con medios ineficaces.
- Se deja llevar por la crueldad y la violencia.
Marina también extiende este concepto a las sociedades, que pueden ser inteligentes o estúpidas. Una sociedad inteligente ofrece bienestar a sus miembros, fomenta el pensamiento crítico y el progreso. En cambio, una sociedad estúpida se rige por prejuicios, supersticiones y dogmatismos que limitan las oportunidades individuales.
Ejemplos de sociedades estúpidas pueden encontrarse en regímenes totalitarios donde las decisiones gubernamentales han generado hambre, conflictos innecesarios o represión sin beneficio alguno para la población. Casos como el de la Revolución Cultural en China o el colapso económico de Venezuela pueden analizarse desde esta perspectiva.
La estupidez como método
André Glucksmann argumenta que la estupidez moderna no es solo un conjunto de errores, sino un método en sí mismo. Según él:
- La estupidez no se reconoce a sí misma y se alimenta de sus fracasos.
- Se fundamenta en estereotipos y tópicos.
- No interroga ni responde, solo repite lo establecido.
Glucksmann rescata la figura de Cándido de Voltaire, quien descubre la crudeza del mundo a medida que viaja. Su conclusión es que cualquier intento de erradicar el mal absoluto es peligroso, ya que en nombre del bien se han cometido atrocidades.
¿Entonces?
Hablemos claro: la estupidez está en todas partes y es difícil de erradicar. No se trata solo de falta de inteligencia, sino de la insistencia en repetir errores, aferrarse a ideas sin cuestionarlas y tomar decisiones sin considerar sus consecuencias. Lo hemos visto en la historia, en la política, en la economía e incluso en nuestras propias vidas.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Primero, aprender a reconocerla, tanto en los demás como en nosotros mismos. Todos hemos tomado decisiones tontas en algún momento, pero lo importante es no quedarnos atrapados en ellas. Segundo, fomentar el pensamiento crítico, lo que implica estar dispuestos a escuchar, debatir y, sobre todo, aceptar cuando nos equivocamos. Y por último, rodearnos de personas que nos reten intelectualmente, que no nos sigan la corriente solo por comodidad.
Como dijo Dietrich Bonhoeffer, la estupidez es más peligrosa que la maldad porque es más difícil de combatir. La buena noticia es que, con educación, curiosidad y un poco de humildad, podemos reducir su impacto en nuestras vidas y en la sociedad.
Referencias
Cipolla, C. M. (1988). Allegro ma non troppo. Ediciones Crítica. Glucksmann, A. (1985). La estupidez. Editorial Seix Barral. Glucksmann, A. (2014). Voltaire contraataca. Galaxia Gutenberg. Marina, J. A. (2004). La inteligencia fracasada. Editorial Anagrama. Bonhoeffer, D. (1951). Ética. Ediciones Sígueme. Taleb, N. (2007). El cisne negro: El impacto de lo altamente improbable. Editorial Paidós. Dunning, D., & Kruger, J. (1999). Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one’s own incompetence lead to inflated self-assessments. Journal of Personality and Social Psychology. Tuchman, B. (1984). The March of Folly: From Troy to Vietnam. Ballantine Books. Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.
Si deseas adquirir alguno de los libros mencionados, puedes hacerlo a través de los enlaces proporcionados. No recibo ninguna compensación por ello; mi intención es simplemente facilitar el acceso a lecturas valiosas que pueden enriquecer tu conocimiento.

