“no todos los inmigrantes ilegales tienen las mismas motivaciones. Es necesario diferenciar entre aquellos que cruzan fronteras por necesidad y aquellos que lo hacen con intenciones negativas, como delinquir o escapar de la justicia.” -Daniel Marte, PhD.
Cuando leemos la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, podemos encontrar un tema recurrente: el trato hacia el extranjero. Dios, a través de leyes dadas a Israel, enfatiza la importancia de cuidar y respetar a aquellos que vienen de fuera. Por ejemplo, en Éxodo 22:21 dice: “No maltrates ni oprimas al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto.” Pero ¿cómo se conecta este mandato con la realidad moderna, donde el debate sobre inmigrantes ilegales está en el centro de las conversaciones políticas y sociales?
Primero, vamos a desglosar las cosas: ¿quiénes son los extranjeros en la Biblia? ¿Qué implicaciones tiene eso para los inmigrantes hoy? ¿Y qué hacemos con el hecho de que la inmigración ilegal, según las leyes humanas, es una violación de la ley?
El extranjero en la Biblia
En el contexto bíblico, “extranjero” o “forastero” (en hebreo, ger) se refiere a alguien que no forma parte del
pueblo de Israel, pero vive entre ellos. Dios instruye a los israelitas a tratarlos con justicia y compasión. En Levítico 19:33-34, Dios es claro: “Cuando un extranjero resida entre ustedes en su tierra, no lo opriman. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes; ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto.” Aquí se pone un estándar altísimo: no solo no debes oprimir al extranjero, sino que debes amarlo como a ti mismo.
¿Por qué esta insistencia? Porque Dios recuerda al pueblo de Israel que ellos también sufrieron el peso de ser extranjeros en Egipto. Experimentaron la esclavitud, la opresión, la marginación, y Dios quiere que ese recuerdo los impulse a actuar con empatía y justicia hacia otros.
Ahora, en el Nuevo Testamento, Jesús reafirma esta enseñanza cuando habla del amor al prójimo. En Mateo 25:35, Jesús dice: “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me dieron alojamiento.” Aquí, Jesús identifica al extranjero con Él mismo, mostrando que la forma en que tratamos a los vulnerables es la forma en que tratamos a Dios.
¿Es lo mismo un extranjero bíblico que un inmigrante ilegal?
Es importante notar una diferencia clave. En la Biblia, el extranjero generalmente es alguien que entra legalmente al territorio de Israel, sea porque busca refugio, comercio o una mejor vida. No hay un concepto de “ilegalidad” en el sentido moderno, porque las sociedades antiguas no tenían fronteras cerradas como las de hoy.
Sin embargo, la enseñanza sigue siendo relevante. Aunque los inmigrantes ilegales técnicamente violan las leyes humanas al cruzar una frontera sin autorización, los principios bíblicos sobre la compasión, la justicia y el amor al prójimo no se basan en el estatus legal de una persona. La Biblia no dice: “Ama al extranjero siempre y cuando tenga sus papeles en regla.” Más bien, nos llama a ver a las personas como portadoras de la imagen de Dios, independientemente de su condición legal.
Esto no significa que la ley no sea importante. Romanos 13:1-7 nos dice que debemos respetar las autoridades y las leyes, porque son instituidas por Dios. Pero también es cierto que, como cristianos, estamos llamados a ser la voz de la justicia cuando las leyes humanas oprimen o deshumanizan a otros. Hay un equilibrio entre obedecer las leyes y seguir los principios del Reino de Dios, que priorizan la dignidad humana.
La controversia de la inmigración ilegal hoy
El tema de la inmigración ilegal es complicado. Por un lado, hay quienes argumentan que cruzar una frontera sin permiso es una violación de la ley y, por ende, está mal. Por otro lado, muchos inmigrantes ilegales huyen de situaciones desesperadas: pobreza extrema, violencia, persecución política o desastres naturales. Entonces, ¿cómo reconciliamos esto?
Primero, volvamos a la empatía bíblica. En Deuteronomio 10:18-19, Dios describe cómo Él mismo cuida de los extranjeros: “Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor por el extranjero dándole pan y ropa. Así que ustedes también deben amar a los extranjeros, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto.” Este pasaje subraya el deber de cuidar a los vulnerables. Muchos inmigrantes ilegales se encuentran en una situación tan precaria que arriesgan todo para cruzar fronteras. Desde una perspectiva bíblica, nuestro primer instinto debería ser mostrar compasión, no condena.
Segundo, aunque la ley es importante, no todas las leyes son justas. La historia está llena de ejemplos donde las leyes humanas han oprimido a ciertas poblaciones: la esclavitud, la segregación racial, incluso las leyes de persecución contra cristianos en varios países. En tales casos, la Biblia nos llama a actuar según los principios del Reino de Dios, que priorizan la justicia y la misericordia por encima de las reglas humanas injustas.
¿Es lo mismo necesidad que delincuencia?
Aquí surge una distinción importante: no todos los inmigrantes ilegales tienen las mismas motivaciones. Es necesario diferenciar entre aquellos que cruzan fronteras por necesidad y aquellos que lo hacen con intenciones negativas, como delinquir o escapar de la justicia.
- Inmigrantes que cruzan por necesidad: Estas son personas que huyen de la pobreza extrema, la violencia, o la persecución en sus países de origen. Por ejemplo, familias que enfrentan situaciones como las guerras en Centroamérica, la crisis económica en Venezuela o los efectos de peligros naturales en zonas rurales. Estas personas no cruzan por maldad, sino como último recurso para sobrevivir. En estos casos, la enseñanza bíblica de compasión y ayuda al vulnerable parece aplicarse directamente. Estas personas necesitan apoyo, no condena.
- Inmigrantes con intenciones delictivas: Por otro lado, hay quienes cruzan fronteras para cometer actos ilícitos, como tráfico de drogas, trata de personas o escapar de crímenes cometidos en sus países. Este grupo no representa la mayoría de los inmigrantes ilegales, pero existe, y sus acciones tienen un impacto negativo en las comunidades a donde llegan. La Biblia no excusa el pecado o el daño deliberado hacia otros, incluso si alguien es extranjero. En 1 Pedro 4:15, se advierte: “Que ninguno de ustedes sufra como asesino, ladrón o malhechor.”
Es crucial no meter a todos en el mismo saco. Juzgar a todos los inmigrantes ilegales como delincuentes es injusto y contrario al llamado bíblico de justicia y compasión. A la vez, también es importante proteger a las comunidades de aquellos que buscan hacer daño. Aquí, la sabiduría y el discernimiento son esenciales para equilibrar misericordia y justicia.
¿Qué podemos aprender de la Biblia para este debate?
- Empatía y compasión primero: Como cristianos, estamos llamados a ver más allá de los estatus legales y
tratar a cada persona con dignidad y respeto, recordando que también somos peregrinos en este mundo. - La ley debe ser justa: Las leyes humanas deben alinearse con los principios de justicia y misericordia. Si una ley deshumaniza o pone en peligro vidas, como cristianos debemos cuestionarla.
- No es un tema solo político, sino espiritual: El trato hacia los inmigrantes no es solo un problema de políticas públicas, sino un reflejo de nuestros valores como sociedad. En Mateo 25, Jesús deja claro que seremos juzgados por cómo tratamos a los más vulnerables.
Para finalizar debemos entender que la inmigración ilegal es un tema complejo, pero la Biblia nos ofrece un marco moral para enfrentarlo. Aunque respetar la ley es importante, nuestra primera prioridad debe ser el amor y la justicia. Como seguidores de Cristo, debemos abogar por sistemas que equilibren la seguridad y la compasión, recordando siempre que, en los ojos de Dios, no hay extranjeros ni ilegales, solo personas que necesitan Su gracia.
En palabras de Hebreos 13:2: “No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.” Tal vez, al abrir nuestros corazones y nuestras manos al extranjero, estemos participando en la obra divina más grande de todas: amar como Él ama.

