La polarización partidaria nos está volviendo más prejuiciosos

En la cobertura mediática de la política, la mayoría de los conflictos partidistas tienden a describirse como una pelea por algo sustantivo. El cierre del gobierno, asuntos de cubierta en servicios de salud, proyectos de ley, etc. La elección de 2020 en los Estados Unidos fue sobre el gasto del gobierno y la pelea entre “trumpistas” y demócratas liberales”; en Puerto Rico varios de los asuntos principales, como siempre, son el estatus, la corrupción, la infraestructura, etc. Pero incluso las batallas partidistas más destacadas no son del todo sobre cuestiones políticas específicas. La polarización partidaria es también un proceso social, donde los partidarios son impulsados por un creciente espíritu de equipo que está desconectado de las consideraciones políticas.

Si se toman algunas publicaciones de varios periódicos (y segmentos de analistas) durante la semana, se discutieron el poder de nuestras identidades partidistas para impulsar nuestras actitudes políticas (¿vieron a Rivera Schatz y García Padilla?). Pero como ha descubierto mi búsqueda reciente, nuestras identidades políticas pueden hacer mucho más que simplemente afectar nuestras creencias políticas.

Examiné algunos datos de la Comisión Estatal de Elecciones (que honestamente es un “suplicio”) y descubrí que las identidades partidistas e ideológicas (y particularmente la alineación entre las dos) son capaces de impulsar poderosamente lo que llamo polarización social. Este tipo de polarización se compone de tres efectos principales, cada uno de los cuales ocurre independientemente de nuestras creencias políticas. No importa lo que creamos sobre la política, cada vez tenemos más prejuicios contra nuestros oponentes, más activistas y volátiles emocionalmente.

Primero, a medida que nuestras identidades partidistas e ideológicas se vuelven más fuertes y alineadas, es decir, un demócrata liberal versus un demócrata conservador vis a vis un republicano conservador versus un republicano liberal (si, créanlo, los hay), estos dentro de nuestros partidos tradicionales, PNP/PPD y los otros partidos que se encuentran en polos opuestos y quien sabe en qué universo, tenemos más prejuicios contra nuestros oponentes partidistas. Estos efectos ya han sido observados por psicólogos sociales para muchos otros tipos de identidades. Cuando tenemos identidades fuertes y superpuestas, estamos sesgados contra las personas que no están en nuestros grupos. Los estereotipamos, nos desagradan y los evaluamos injustamente. Cuanto más fuertes sean nuestras identidades, más fuerte será nuestra respuesta a la rivalidad entre grupos. Pero encuentro que estos procesos también operan para las identidades partidistas.

En segundo lugar, encuentro que las identidades políticas fuertes y alineadas obligan a las personas al activismo político, lo que incluye asistir a mítines políticos, influir en los votos de otras personas, ofrecerse como voluntario o donar a partidos o candidatos, y usar el botón o la calcomanía de un candidato. Nuevamente, este efecto es independiente de las posiciones políticas reales de las personas. Nos involucramos en la política principalmente porque queremos que nuestro equipo gane, y solo un poco para obtener los resultados políticos que nos gustan. Aquí también, este resultado ha sido encontrado por psicólogos sociales que estudian otras identidades. Por ejemplo, un estudio realizado por Marga DeWeerd y Bert Klandermans encontró que cuando los agricultores se sentían fuertemente conectados con su identidad de agricultores, era más probable que participaran en una protesta política. Los agricultores que no se consideraban a sí mismos como agricultores tenían mucho que ganar al protestar. Pero no tenían una identidad fuerte que los impulsara.

En tercer lugar, es mucho más probable que las personas con identidades políticas fuertes y superpuestas se enojen con el candidato gubernatorial del partido contrario durante cada elección. Incluso cuando a las personas fuertemente partidarias e ideológicamente ordenadas no les importan mucho los temas políticos, siguen siendo un grupo de personas muy enojadas.

Estos tres resultados provienen directamente de nuestros vínculos psicológicos con nuestros grupos sociales. En resumen, lo que otros han mostrado para otros grupos sociales también se aplica a los grupos partidistas.

La investigación en psicología social ha encontrado que cuando uno de nuestros grupos sociales (por ejemplo, los PNP) está en conflicto con otro grupo (los PPD), esa identidad grupal se vuelve más central para nuestra idea de quiénes somos. Cuanto más intensa es la competencia entre los partidos, más respondemos a la política como miembros de equipos partidistas, no como ciudadanos.

Una amenaza al estatus de nuestro grupo también nos hace pensar, sentir y actuar a la defensiva. Estamos programados para sentirnos perdedores si nuestro grupo pierde y para sentirnos ganadores si nuestro grupo gana. También estamos programados para evitar sentirnos como perdedores si es posible. Cuando el prestigio de uno de nuestros grupos está bajo amenaza (algo que sucede constantemente en la política partidista), a menudo, inconscientemente, atacamos a nuestros oponentes (y mucho de esto sucede en la política partidista puertorriqueña, la política sucia). Esto es polarización social. Somos una nación de partisanos que tienen prejuicios unos contra otros, activos solo por ganar y cada vez más enojados. Podríamos creer que estamos respondiendo a disputas políticas específicas, pero en una medida muy real también estamos siendo impulsados por una necesidad automática y básica de defender a nuestro grupo social.

Para empeorar las cosas, cuando una identidad social se alinea con otra (es decir, PNP, PPD, PIP, MVC, o PD), esas identidades se fortalecen aún más. Las personas con identidades altamente alineadas han demostrado ser más intolerantes, parciales y enojadas que aquellas con identidades transversales, como ser conservador y republicano. Desafortunadamente, en las últimas décadas hemos visto lo que los politólogos llaman clasificación partidista. Los PNP/PPD/PIP/MVC (demócratas) se han vuelto más liberales y los republicanos se han vuelto más conservadores (PD, lo identifico como partido conservador y no necesariamente republicano.). Las partes también se han distanciado más en cuanto su principios morales y religión. En otras palabras, Puerto Rico ha pasado de ser una nación de identidades políticas transversales a una nación de identidades políticas altamente alineadas. Esto refuerza aún más la polarización social. Con solo mover algunas identidades sociales potentes detrás de nuestros partidos, hemos hecho que la competencia entre los partidos sea más feroz, ya que los partidarios tienen más identidades que defender en cada contienda política. Y si sometemos aún más los prejuicios, el activismo y la ira.

Finalmente, mi búsqueda ha demostrado que las identidades políticas impulsan la polarización social más rápido de lo que polarizan nuestras opiniones políticas. Esto nos deja con una nación de partidarios que actúan como si estuvieran en desacuerdo mucho más de lo que realmente lo hacen. Y lo están haciendo con toda la racionalidad, la reserva y la compostura emocional de un rabioso aficionado a los deportes en un partido de campeonato. No importa si estamos de acuerdo o en desacuerdo, y realmente no importa cuál sea el fondo de la disputa. Sólo queremos que nuestro lado gane.

Cuanto más ordenadas y poderosas se vuelven nuestras identidades políticas, menos capaces somos de tratar a nuestros oponentes políticos con justicia y ecuanimidad. La victoria del equipo eventualmente triunfa sobre los resultados de las políticas en el corazón del gobierno. Esto significa que no importa de qué se trate oficialmente el debate político del día, tiene sus raíces en el sesgo partidista, la acción ansiosa y la ira exagerada que surge directamente de nuestras identidades políticas.

Es por eso por lo que, como partido emergente, Proyecto Dignidad, debería ser los que rompemos el molde. No somos fanáticos moralistas, religiosos y mucho menos fundamentalistas que queremos empujar nuestros ideales.

Somos un grupo de hombres y mujeres que solo tenemos un deseo, que nuestro país sea uno prospero, donde se respete la dignidad humana, la niñez, la sociedad establecida para que perdure, donde los valores y principios morales sean la orden del día.  Donde la educación sea una de primera y que esta sea responsabilidad primaria de los padres, no del estado.  Donde cada individuo pueda emprender como lo crea viable.

El fanatismo nunca llegara a un buen resultado y las cosas se tienen que explicar de una forma diáfana, que se entienda y que sea aplicable a nuestra sociedad de hoy para que esta generación y las futuras se puedan beneficiar…queremos un Puerto Rico DIGNO.