En medio de tantas voces hablando sin filtro y con muy poca reflexión, dos frases han causado revuelo. Fueron escritas por el Lic. Juan M. Gaud Pacheco, quien las compartió públicamente con estas palabras:
“Quiero compartir dos frases que me ha dado Dios para que mediten:
La iglesia no está para gobernar sino para influir.
Si no conoces lo que crees. No te metas en lo que no conoces.
Su reino no es de este mundo.”
Tan pronto las publicó, las críticas no se hicieron esperar. No es sorpresa. Vivimos en tiempos donde hasta el intento más sincero de llamar a la reflexión es malinterpretado o rechazado por quienes se sienten cómodos en su orgullo.
Aclaro algo desde ya: Juan no necesita que yo lo defienda. Él habla con claridad y firmeza. Pero como estuve presente en los espacios donde estas frases surgieron, y conozco el contexto, siento que es necesario intervenir y poner en perspectiva lo que realmente se quiso comunicar. Y si no hablo (escribo), ¡exploto!
¿De dónde vienen estas frases?
La primera frase la escuché de labios del Pastor Luis Roig durante una entrevista en Blessing.FM, el programa que conduzco junto a mi esposa Lizzie Marte, los jueves a las 7:00 p.m. Más adelante, conversando, supe que esa frase fue originalmente compartida por el Lic. Juan M. Gaud Pacheco, y desde entonces la utilizo siempre que puedo, especialmente cuando alguien trata de confundir o distorsionar el rol de la iglesia.
La segunda frase surgió durante una pausa en la grabación del programa Derecho y Palabra, que Juan conduce. Yo estaba como invitado, y mientras hablábamos con mi esposa, la frase salió casi sin pensarlo. Nos pareció perfecta para describir esa realidad incómoda: hay quienes, sin entender lo más básico sobre la fe o la función de la iglesia, quieren meterse de lleno en política y hablar con autoridad sobre temas que ni siquiera han estudiado.
El problema: mucha opinión, poca profundidad
Aquí no se está atacando a nadie. Lo que se está haciendo es algo que escasea: llamar la atención sobre una verdad que incomoda. Y la incomodidad viene porque las frases golpean donde duele. En un mundo donde muchos quieren imponer su voluntad sin tener formación ni discernimiento, decir la verdad se vuelve un acto de valentía.
“Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría.” (Proverbios 11:2)
No se trata de quién tiene más seguidores, ni de quién grita más fuerte. Se trata de si estamos siendo fieles al mensaje del Reino que predicamos.
La iglesia: sal, luz… no trono
La frase “La iglesia no está para gobernar, sino para influir” tiene base bíblica firme. Jesús fue directo:
“Mi reino no es de este mundo.” (Juan 18:36)
“Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo.” (Mateo 5:13-14)
La sal preserva, no domina. La luz guía, no impone. Pero hoy vemos muchos dentro del cuerpo de Cristo obsesionados con tener poder, con influir desde arriba, desde cargos públicos, olvidando que la autoridad espiritual no depende de una posición política sino de una vida coherente con el evangelio.
¿Puede un cristiano estar en política? Claro que sí. Pero lo que no puede hacer es usar la fe como escudo para justificar ambición, ignorancia o desobediencia.
 Opinar sin saber: un mal común
Opinar sin saber: un mal común
La segunda frase, “Si no conoces lo que crees, no te metas en lo que no conoces”, va al grano. Pablo lo dijo así:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Timoteo 2:15)
Es irresponsable hablar de fe, doctrina o gobierno de la iglesia sin tener una base sólida. Hoy en día hay muchos opinando con ligereza sobre temas serios, sin formación teológica ni respeto por la estructura bíblica del cuerpo de Cristo; y no hablemos de política, se postulan o recogen endosos y ya son la “mara cachimba” de los analistas. Y eso es peligroso, porque confunde y divide.
Un corazón que escucha, no que impone
Este artículo no es un ataque. Es un llamado. Un grito a tiempo. Porque tanto en la iglesia como en la política, lo que más falta es humildad. Falta el corazón que escucha antes de hablar. Falta la disposición a aprender antes de corregir a otros.
“El que responde antes de escuchar, cosecha necedad y vergüenza.” (Proverbios 18:13)
Se necesita valentía para decir las cosas como son. Pero también se necesita integridad para reconocer cuándo uno no está listo para hablar o liderar.
Una oración y un reto
Si estas frases te incomodaron, quizás no es porque sean falsas, sino porque tocaron una zona que necesita revisión.
Hoy te invito a hacer esta oración:
“Señor, dame humildad para reconocer lo que no sé.
Enséñame a ser sal y luz, no juez ni tirano.
Líbrame de hablar por hablar, y llévame a conocer tu Palabra con profundidad.
Que mi influencia sea fruto de tu carácter en mí, y no de mi deseo de figurar.
Amén.”
La iglesia no está para ocupar tronos. Está para levantar a los caídos, restaurar al perdido y brillar en la oscuridad. Y si no conocemos bien lo que creemos, lo más sabio que podemos hacer es callar, aprender y crecer.

 
			