Tiempos de unidad

Hay temas que son complejos de abordar y éste es uno de ellos.  Trataré como siempre de hacerlo de la manera más sencilla y digerible posible.

En días pasados, escuchaba a alguien decir en TV “nosotros somos de tal religión, no le hablamos a figuras de yeso” como introducción a un programa donde esa persona batalla valientemente la ideología de género y sus estragos.

Fue de esos instantes que se sienten como horas, donde la impresión no te permite saber exactamente qué decir o pensar.

Soy católica y le he hablado mil veces desde que tengo uso de razón a “figuras de yeso”, para mí son más que esa expresión antipática tan llena de desprecio, pero no quiero ahondar en esto, al menos no en esta oportunidad.

Acto seguido continué viendo el programa, pero con la impresión aún, y el diálogo interno donde me cuestionaba “Pero ¿qué es esto que acabo de escuchar?”

Me incomoda y mucho hablar de esto, puesto que no voy midiendo a la gente por la vida, o señalando a nadie por cómo decide creer en Dios. Soy sumamente respetuosa con éste tópico. Jamás, ni siquiera en una sola oportunidad, le he preguntado a nadie “Oye ¿Qué religión profesas?” tanto que luego de muchos años, o gracias a ocasiones de celebraciones religiosas es que me entero, como en efecto es así, que tengo amigos judíos, musulmanes, cristianos en todas sus denominaciones y hasta ateos. La época de la inquisición por suerte quedó en el pasado y felizmente tampoco tengo deseos de revivirla en la actualidad.

Todos, cristianos y católicos somos hijos del mismo padre, solo que quizá tenemos versiones diferentes de la misma historia y la tozudez no nos permite entenderlo. Todos tenemos una misma cosmovisión y estructura cristo céntrica, y si a ver vamos, todos le “hablamos” a una cruz de madera. Son expresiones innecesarias que perfectamente nos podemos ahorrar.

Lo cierto es, que unos y otros, estamos atravesando la misma crisis, y estamos siendo afectados por el mismo monstruo. Los planes que en la actualidad existen para que unos y otros no existamos más, van en franca marcha con muy poca oposición, de lo contrario no se sintieran con tanta tranquilidad y libertad de ejecutarlos. Monstruo este, que irresponsables desde su resentimiento lo han moldeado manoseando las palabras de la biblia a su conveniencia.

Algo que empeora las cosas es la profunda crisis de liderazgo que existe en la iglesia, no importa a qué religión o denominación usted pertenezca, tenemos un problema muy serio que es necesario afrontar. Para cómplices del mal, ya existen suficientes aliados y la pasividad está jugando en nuestra contra.

El monstruo que ya no nos acecha, sino que está abiertamente atentando contra todos y ya habita entre nosotros, sentado en nuestra mesa.

Todas estas ideologías que tienen como base la deshumanización y el quebrantamiento de nuestra cosmovisión avanzan exitosamente y aunque algunos cantan victoria con modestos triunfos, prefiero ser más prudente y realista al respecto.

Es imperativo que nos unamos frontalmente como uno solo, tal y como ésta batalla carnal y espiritual nos lo exige.

Aunque el debate es sano y siempre necesario, no estamos en momentos para ver quien tiene la razón, y quién no. El tiempo apremia, y creo, ésto no podré decirlo suficientes veces.

Seguiré orando hombro con hombro con padres y pastores, en misas, cultos, ministerios o en la calle, con monjas y pastoras, con quien me necesite, con seres humanos sin más. La palabra de Dios es una sola, sus mandamientos son muy claros y al menos para mí, en este particular, no hay nada más que discutir.

Éstos son tiempos de unidad y no de averiguar si es mejor orar de rodillas o alzando las manos.

Nos necesitamos unidos, firmes, pero sobre todo creyentes en Él, sus enseñanzas y designios, dejando a un lado interpretaciones convenientes.

Mi mano seguirá extendida para construir y edificar, no me llamen para destruir y menos para conversaciones poco constructivas en momentos álgidos como éstos.

Más unidad y menos inquisiciones estériles, por favor.

¡Hasta la próxima!