En un mundo cada vez más interconectado y donde las acciones individuales pueden tener un impacto significativo, la importancia de dar el ejemplo nunca ha sido tan crucial. Sin embargo, parece que esta tarea, aparentemente sencilla, se ha convertido en un desafío considerable para muchos. ¿Por qué resulta tan difícil para algunas personas ser un modelo a seguir en su entorno, ya sea en la familia, en la política, en el trabajo o en la sociedad en general?
Para comenzar, dar el ejemplo implica una constancia y coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Esta alineación entre palabras y acciones puede ser difícil de mantener, especialmente bajo el escrutinio público o en situaciones de presión. La integridad y la autenticidad son esenciales, pero no siempre son fáciles de practicar en cada momento de nuestras vidas. Los seres humanos son inherentemente imperfectos y sujetos a fallos, lo que puede llevar a desviaciones entre nuestros ideales y nuestras acciones.
Además, el contexto social y cultural en el que vivimos influye enormemente en nuestra capacidad para dar el ejemplo. En culturas donde prevalecen la corrupción y el nepotismo, por ejemplo, las normas sociales pueden hacer que sea más difícil para las personas actuar de manera ética y transparente. Esto se debe a que el costo personal o profesional de ir contra la corriente puede ser muy alto. En estos entornos, las personas que intentan dar el ejemplo pueden encontrarse aisladas o incluso castigadas por su comportamiento.
Otro aspecto que complica la capacidad de dar el ejemplo es la percepción pública de lo que significa ser un líder o un modelo a seguir. En muchos casos, se espera que los líderes sean casi sobrehumanos, sin defectos ni debilidades. Esta expectativa irreal puede crear una presión enorme sobre las personas, llevándolas a ocultar sus errores en lugar de enfrentarlos abiertamente, lo que en última instancia mina su autenticidad.
La visibilidad también juega un papel crucial. En la era de las redes sociales, todos los actos pueden ser observados y juzgados por una audiencia global. Esto puede generar miedo al error, pues un solo paso en falso puede ser amplificado y resultar en críticas severas. Aunque esta visibilidad puede motivar a algunos a mantener un alto estándar ético, para otros puede ser una fuente de ansiedad y temor, inhibiendo su capacidad de actuar libremente y con naturalidad.
“No permitas que nadie te subestime por ser joven. Sé un ejemplo para todos los creyentes en lo que dices, en la forma en que vives, en tu amor, tu fe y tu pureza.” 1 Timoteo 4:12 NTV
Sin embargo, dar el ejemplo tiene un poder transformador que no debe subestimarse. Los líderes que actúan con integridad y transparencia pueden inspirar a otros a seguir sus pasos, creando un efecto dominó que mejora la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, en el ámbito político, un líder que prioriza la integridad, la sana gobernanza y la responsabilidad fiscal no solo mejora la imagen de su gobierno y/o partido, sino que también establece un estándar que otros pueden aspirar a alcanzar.
En la educación, los maestros que demuestran pasión y dedicación en el aula pueden motivar a sus estudiantes a buscar el conocimiento con el mismo fervor. En las familias, los padres que practican la paciencia y la empatía pueden criar hijos que valoren y practiquen estas cualidades en sus propias vidas.
Para aquellos que buscan mejorar su capacidad de dar el ejemplo, hay varios pasos prácticos que pueden seguir. Primero, es fundamental desarrollar una autoconciencia profunda que permita reconocer las propias limitaciones y trabajar para superarlas. Además, establecer y mantener altos estándares personales es crucial, así como buscar activamente retroalimentación y estar dispuesto a ajustar el comportamiento basándose en ella.
Finalmente, es esencial recordar que dar el ejemplo no se trata de ser perfecto, sino de ser humano y honesto. Reconocer los errores, aprender de ellos y esforzarse por mejorar continuamente son aspectos fundamentales de ser un buen modelo a seguir.
Para finalizar, aunque dar el ejemplo puede ser difícil, es una responsabilidad poderosa que tiene el potencial de influir positivamente en las personas y las comunidades. A través del compromiso personal con la integridad y la autenticidad, y enfrentando los desafíos inherentes a este proceso, podemos inspirar cambios significativos en nuestro entorno. La pregunta no debería ser si es difícil dar el ejemplo, sino qué podemos hacer cada uno de nosotros para mejorarlo cada día.

